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Prácticas que los CEOs deben evitar para no dañar la reputación de su marca

El Infierno Corporativo existe ¡evítalo!

Contar con un CEO que encarne a la perfección la imagen y personalidad de una empresa no es algo necesariamente sencillo, pues no todos los empleados de una organización cuentan con las aptitudes y actitudes para llenar el puesto. Quienes han padecido la falta de esta figura emblemática lo sabrán y quienes cuenten con uno realmente capacitado seguramente lo valorarán.

El caso es que no es suficiente contar con un CEO que se ha ganado el puesto a pulso y sea capaz de satisfacer las exigencias de los accionistas. El reto ahora es mantenerse en la cima de una organización y saber comunicar los valores de una empresa hacia abajo en la escala piramidal y hacia afuera a sus Audiencias Objetivo; sin embargo, hay ciertas prácticas que representan algunos de los pecados que cientos de Directores Generales pueden cometer.

Pensar en Ventas antes que en Comunicación. Una práctica tan común que en muchos casos podría parecer algo natural de las empresas pero en realidad se trata de un error. La comunicación debe fungir como el eje rector de todos los procesos de negocio, ya que las negociaciones, relaciones, indicaciones y hasta órdenes son actos comunicativos, los cuales serán efectivos en tanto sean mejor comunicados. Las ventas son consecuencia de comunicar adecuadamente la Promesa de Marca.

La comunicación: eje rector de todos los procesos de negocio,  efectivos en tanto sean mejor comunicados.

“Yo lo sé todo”. ¿Cuántas veces un Director General ha marcado el declive de su carrera –y la reputación de su empresa– por asumir esta postura? Un profesional de cualquier sector, en cualquier parte del mundo, debe saber y asumir que no lo sabe todo y su actitud debe ser abierta y receptiva a los demás miembros de su equipo, pues la preparación y el conocimiento nunca se agotan.

Creerse insustituible. Si bien la figura del capitán es fundamental en cualquier organigrama, la experiencia ha dictado que nadie es indispensable, por lo que asumir una postura de sentirse esencial es otro de los grandes pecados que puede cometer. En la medida que el líder de una empresa asuma su rol y su responsabilidad como un engrane muy importante, mas no imprescindible, su razón de ser y la estabilidad de la institución se fortalecerán.

“Yo mando”. Ordenar no es lo mismo que delegar o dirigir. Otro de los grandes pecados del CEO moderno está en la forma de delegar el trabajo, ya que en muchas ocasiones se confunde la autoridad con el poder; de tal manera que para sentirse “el jefe” se cae en el error de sólo dar órdenes y no de delegar responsabilidad o plantear alternativas para ejecutar o corregir los procesos.

Ser un jefe de escritorio. Este es otro de los grandes males de la industria en estos tiempos, ya que a pesar de contar con las virtudes que se necesitan para ser el Director General de una empresa, existen casos donde el líder resulta ser un gran estratega y su visión le permite imaginar planes realmente poderosos, pero no tiene ni la disposición ni la capacidad para ejecutar sus propias estrategias.

Decir sin hacer. Probablemente muchos CEOs se verán reflejados en este pecado relacionado con “el ejemplo”, ya que por muchas indicaciones, órdenes, recomendaciones o hasta sanciones, mientras no se predique con el ejemplo su imagen y la de toda una organización serán incongruentes.

En este sector, aludir a una falsa familiaridad con los clientes, medios de comunicación o colegas es el pan de cada día. Y es que no se trata de hablarles de “tú” o de “usted”, sino de tener presente que se trata de una relación de negocios y se representa a toda una corporación que exige un trato profesional, y la cordialidad no debe confundirse con “amistad”. Ojo, no se condena la amistad, sino mezclarla y hasta pretender utilizarla para sacar ventaja de una relación estrictamente laboral.

La comunicación debe fungir como el eje rector de todos los procesos de negocio, ya que las negociaciones, relaciones, indicaciones y hasta órdenes son actos comunicativos.

Es por eso que un CEO que no entiende que su comportamiento incide en la reputación de la marca, las cosas no marcharán de la mejor manera para la empresa. Por ejemplo, disciplina, carisma, autoridad y respeto son algunas de las cualidades que podrían resarcir los daños ocasionados por los pecados citados, además de contar con herramientas que le permitan ser un líder que inspire a todos sus Stakeholders a situarlo a él y por ende, a la marca, como un referente en los negocios.

El infierno corporativo es un lugar que existe y que ninguna marca quiere visitar y aunque siempre habrá forma de salir de la crisis y los tiempos difíciles, lograrlo puede ser de titanes; así que una vez más, prevenir siempre será preferible que lamentar.

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